Este mes se cumplen 45 años del triunfo de la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua. En cada rincón del país centroamericano todo está listo para celebrar la victoria de la lucha popular contra el sangriento régimen de los Somoza.
Bajo los auspicios de EE.UU., durante décadas, esta dinastía se enriqueció a costa de su propio pueblo, mientras que las detenciones, las torturas y las desapariciones se convirtieron en una constante para los que se oponían a esta dictadura.
Nuestra compañera Silvana Jarquín León ha hablado con supervivientes y familiares de las víctimas de esta página oscura y dolorosa en la historia de Nicaragua, quienes han relatado su experiencia en la época de la dictadura de los Somoza.
“Eran capaces de torturarte a diario sin que te les murieras. Te encapuchaban, te desnudaban, te metían a cuartitos como de este tamaño con aire acondicionado. Después de que te estaban pateando afuera y estabas lleno de sudor, de pronto te metían y te sentaban en una sillita de esas metálicas. Quince minutos después estabas temblando y te metían allí horas, desnudo. Te sacaban a seguirte golpeando, te sacaban a seguirte interrogando”, explicó el comandante guerrillero Juan José Úbeda.
De aquel sufrimiento también eran víctimas los familiares de quienes combatían el régimen. La incertidumbre y el miedo se convertían en una forma de tortura adicional ante la imposibilidad de saber si sus seres queridos estaban vivos o muertos.
Incluso en los lugares más remotos se siente el eco de la huella que dejó la injerencia estadounidense y sus consecuencias en la vida de los nicaragüenses, como en la Cuesta del Plomo, una ladera cercana a Managua que esconde secretos de un pasado violento. La Guardia Nacional, durante mucho tiempo, la utilizó para hacer desaparecer a los combatientes. Aquí se silenciaron cientos de voces, pero no se detuvo la valentía y coraje de un pueblo que, en julio de 1979, hizo suya la victoria.
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