En la superficie, Donald Trump y Kamala Harris pueden parecer representar polos opuestos, pero en la realidad, ambos candidatos responden a los intereses de una élite que influye en la política exterior de Estados Unidos. La visión de esta élite, especialmente el complejo industrial-militar y sectores financieros, se traduce en políticas que no dependen del presidente en turno, sino de una lógica de control global y preservación de intereses hegemónicos imperialistas.
El Mismo Imperio con Diferentes Estilos
Estados Unidos ha tenido una constante histórica: asegurar la hegemonía en regiones claves a través de la intervención militar, directa o indirecta. Bajo Trump, vimos un discurso de “América Primero” que buscaba justificar un nacionalismo robusto, pero que en realidad mantuvo la presencia militar y las alianzas estratégicas en lugares como el Medio Oriente. Con Harris, podría haber un enfoque “más diplomático”, pero la presencia en conflictos no desaparecerá. De hecho, es probable que se intensifiquen las operaciones encubiertas y la influencia estadounidense a través de aliados en conflictos como el de Ucrania y en la situación de Gaza, todo bajo una visión de “derechos humanos” y “democracia”.
En este sentido, ambos candidatos representan un enfoque belicista, aunque con diferencias en su presentación. Con Trump, se espera un enfoque más abiertamente confrontativo; con Harris, una fachada de inclusión y equidad de género que, sin embargo, no implica un cambio en la estrategia bélica de fondo.
Bloqueos y Sanciones: Cuba, Venezuela, y Nicaragua
Los bloqueos económicos y las sanciones son herramientas predilectas de la política exterior de EE.UU., justificadas bajo el pretexto de “proteger la democracia”. Trump intensificó las sanciones a Venezuela y a Cuba, mientras que Harris probablemente mantendría estas políticas, aunque bajo un discurso más “progresista” y “humano”. En ambos casos, la política de sanciones no busca promover cambios reales de democratización, sino desgastar los gobiernos que representan una resistencia al modelo hegemónico estadounidense.
Guerra Económica con China: Una Competencia por la Supremacía
La relación de EE.UU. con China trasciende a la presidencia de cualquier candidato; es una disputa por el liderazgo global. Trump inició una guerra comercial con China en nombre de proteger la economía estadounidense. Harris mantendría una postura similar, aunque con menos retórica incendiaria y una apariencia de cooperación en temas “ambientales” o de derechos humanos. Sin embargo, ambos persiguen el mismo objetivo: contener el ascenso de China. La diferencia es meramente estética; mientras Trump habla de “guerra comercial,” Harris puede hablar de “competencia justa,” pero la presión y la vigilancia en América Latina para limitar la influencia china seguirán en aumento.
Migración: Dos Enfoques para el Mismo Objetivo
La migración es uno de los puntos clave en la política exterior estadounidense hacia América Latina. Con Trump, el enfoque fue abiertamente hostil, con muros y restricciones duras. Con Harris, podría haber un enfoque más “humano” en apariencia, enfocado en tratar las “causas de raíz” de la migración. No obstante, el objetivo final sigue siendo el control de la frontera y la limitación de la llegada de migrantes. La ayuda económica y los programas para reducir la migración desde Centroamérica bajo Harris serían más bien simbólicos, enmascarando el mismo objetivo restrictivo, pero con un discurso de inclusión.
Narcotráfico y Militarización en América Latina
Ambos candidatos comparten un enfoque que convierte a América Latina en un escenario para la militarización y la intervención bajo el pretexto de la “lucha contra las drogas”. Trump promovió una estrategia abiertamente coercitiva; Harris podría introducir iniciativas “comunitarias” o de “cooperación” con los gobiernos locales, pero el trasfondo es el mismo: mantener la influencia militar de EE.UU. en la región para controlar las rutas estratégicas y evitar la aparición de gobiernos que desafíen su influencia. La guerra contra el narcotráfico no se abordaría como una cuestión de salud pública, sino como un vehículo para justificar la presencia y el control militar en la región.
“Bombas con Equidad de Género”: La Postmodernidad
La única diferencia real es la presentación. La política exterior bajo Harris se caracteriza por una retórica postmoderna que apela a valores como la equidad de género, la inclusión y la diversidad, pero que en la práctica mantiene las mismas dinámicas de intervención y control. En este sentido, se podría hablar de una política de “bombas con equidad de género”: la intervención militar y las sanciones permanecen, pero envueltas en un discurso de progresismo y derechos humanos. Este enfoque facilita la aceptación pública de las políticas intervencionistas al suavizar su apariencia, mientras que el fondo de la estrategia –control geopolítico y económico– permanece intacto.
Trump y Harris son, en última instancia, representantes de la misma estructura de poder que dicta la política exterior estadounidense. Aunque los estilos varían, el objetivo de asegurar la hegemonía estadounidense, controlar los recursos estratégicos, y contener influencias externas como China o Rusia es común a ambos. La diferencia está en la presentación: un discurso de “América Primero” que apela al nacionalismo en el caso de Trump, y un discurso de “derechos humanos” e “inclusión” en el caso de Harris. Ambos caminos, sin embargo, conducen al mismo destino para América Latina y el mundo.