Juan López, Guardián del Pueblo y la Tierra
El nombre de Juan López resonó con fuerza cuando alzó la bandera de la justicia ambiental en Colón, norte de Honduras. Era un hombre que encarnaba el coraje de los pueblos olvidados y marginados, aquellos que luchan cada día no solo por sobrevivir, sino por preservar lo que les pertenece: la tierra, el agua, los bienes comunes. López, nacido en un rincón humilde de El Paraíso, Copán, el 24 de enero de 1978, vio de primera mano la pobreza rural y la violencia institucionalizada que cercaba a su país. Su familia, como tantas otras, tuvo que abandonar su hogar en busca de mejores oportunidades en Tocoa, donde la promesa de tierras fértiles los llevó a echar raíces. Allí, su historia y su lucha comenzaron a tomar forma. Pero la historia de López no se limita a la tierra que cultivaba. Su espíritu fue moldeado también por la fe. Criado en la religión católica, Juan López se convirtió en delegado de la palabra en la parroquia San Isidro Labrador, un papel que lo conectó aún más profundamente con la gente de su comunidad y lo inspiró a asumir un compromiso inquebrantable con la verdad, la justicia y los más pobres. Los jesuitas, dice, le abrieron los ojos; le enseñaron que el compromiso cristiano no termina en las oraciones, sino que se traduce en la acción, en la defensa activa de los derechos de los pueblos. Con apenas 15 años, su vida dio un giro cuando la tormenta Gert dejó estragos en Colón en 1993. Aquel desastre lo empujó a integrarse al Comité Regional de Damnificados del Aguán (COREDA), donde empezó su camino como activista comunitario. Desde entonces, López no dejó de estar al lado de los suyos, luchando, organizando, defendiendo. Pero el verdadero campo de batalla llegó con la irrupción de las empresas extractivas en el valle del Aguán. López vio cómo sus tierras fueron invadidas, primero por las plantaciones de palma africana, luego por las minas que drenaban los ríos y destruían la vida. Al frente del Comité Municipal de Defensa de los Bienes Comunes y Públicos de Tocoa, Juan no solo alzó la voz; se convirtió en un símbolo de resistencia frente a las empresas mineras que arrasaban con los territorios y las aguas de su gente. Su lucha fue, por excelencia, la del río Guapinol, cuyo nombre hoy resuena como una herida abierta en el alma del pueblo hondureño. En 2018, cuando las comunidades finalmente entendieron la devastación que la minería traía a sus hogares, se levantaron. Y Juan estaba allí, liderando. Enfrentó amenazas, persecuciones y acusaciones. Estuvo en el ojo del huracán cuando se enfrentó a la mina Los Pinares, que invadió el Parque Nacional Montaña Botaderos Carlos Escaleras, un área protegida. Junto a otros 31 líderes, López fue criminalizado por defender el medio ambiente y los derechos de los pueblos. “Esto hemos pagado”, decía, “y seguiremos pagando el precio de defender la montaña.” A pesar de los obstáculos, Juan López decidió que no bastaba con resistir desde afuera. En 2021, presentó su candidatura para la corporación municipal de Tocoa con el Partido Libertad y Refundación (Libre), decidido a llevar su lucha al interior de las estructuras de poder. Sabía que el camino no sería fácil, pero tenía claro que desde la municipalidad podría dar una batalla aún más efectiva contra los intereses extractivos que acechaban a su comunidad. Su plan de trabajo se enfocaba en agua, ambiente y cultura, y su promesa era simple pero poderosa: estar del lado del pueblo, siempre. Hoy, Juan López ya no está con nosotros. Fue asesinado brutalmente el 14 de septiembre de 2024, pero su legado no se apaga. La sangre de los mártires de la tierra sigue regando las semillas de la resistencia. Y en cada rincón de Tocoa, en cada río que corre y en cada voz que se alza por la justicia, Juan López sigue presente. Su lucha, su fe y su convicción nos recuerdan que el verdadero cambio viene de quienes no tienen miedo de enfrentarse al poder, de quienes entienden que la vida de la tierra es la vida de su pueblo. Juan López es y será, para siempre, un símbolo de esa lucha. “Si no cambiamos como personas, para cambiar este sistema de injusticia, estamos creando un holocausto social, económico y ambiental mayor”, advertía López. Y esa advertencia sigue siendo tan vigente hoy como lo fue en su momento.