Home Artículo Venezuela : Una revolución que rompe los moldes

Venezuela : Una revolución que rompe los moldes

Picture of Ricardo Pose

Ricardo Pose

Periodista en Caras y Caretas, Presidente sector Prensa Escrita (APU). Columnista en Mate Amargo, CX 40 Radio Fénix, Radio Gráfica, Tierra de periodistas Rocha FM, Notero en Telesur y tvg China.
El 10 y 11 de septiembre en Caracas, Venezuela, se celebró el Congreso Mundial contra el Fascismo, el Neofascismo y Expresiones Similares.

Realizar el Congreso en Caracas fue oportuno, pues hace poco más de un mes las elecciones en Venezuela dejaron claro hasta dónde están dispuestas a llegar las fuerzas de ultraderecha para intentar desestabilizar el proceso chavista. Este encuentro busca dar respuesta a la advertencia de José Saramago, quien señaló que el fascismo moderno no se parecería a Hitler, Mussolini o Franco, sino que se legitimaría de alguna manera a través del voto popular.

El bloqueo

El encuentro también sirvió para romper con la visión sesgada de medios como CNN y para distanciarse de los discursos políticamente correctos del sistema político uruguayo que, a pesar de su tradicional defensa de la autodeterminación de los pueblos, parece haberse convertido en un aleccionador sobre cómo deben ser las democracias en el resto del mundo.

Cosse: “es inconstitucional que un presidente haga política partidaria”

Andrés Ojeda: capricornio, muy capricornio

Peñarol goleó a Rampla Juniors y es líder del Clausura

MetSul pronostica una nueva ola de aire frío: ¿Cuándo será?

Cerro ganó y se debate entre la salvación y las copas internacionales

Quizás el único inconveniente de un congreso de tan pocos días fue que no permitió tiempo suficiente para “hurgar” en las calles y obtener una visión más diversa y heterogénea de la realidad venezolana.

Pero los pocos contactos evidenció una vez mas como en tantos otros procesos una realidad incuestionable: la voluntad de defender las conquistas logradas por el chavismo se apoya en los hombros del pobrerío, quienes descubrieron que la riqueza generada por el petróleo, también les pertenecía y les pertenece.

Durmiendo en aeropuertos 

Llegamos a Caracas junto con más de 95 organizaciones sociales de todo el mundo, en nuestro como integrante de la Red en Defensa de la Humanidad, Capítulo Uruguay. 

Desde el inicio, el bloqueo económico se sintió de manera tangible, incluso más que la tensión política. Las dificultades con las conexiones aéreas y los problemas en aduanas mostraron claramente los efectos del bloqueo. Por ejemplo, el vuelo de Montevideo a Caracas incluyó al menos dos escalas, lo que complicó cumplir con las agendas planificadas. Para quienes participaron los dos días del Congreso (martes y miércoles), fue necesario llegar a la capital venezolana el domingo. 

Nuestro trayecto podría interpretarse simbólicamente como el “camino del socialismo”: Chile, Bolivia y, finalmente, Venezuela. 

Sin embargo, el aeropuerto de Santiago, rediseñado para el turismo de consumo, es un gran centro comercial con pocas de opciones de descanso salvo aceptar las costosas ofertas gastronómicas y comerciales destinadas a turistas de primera clase. 

Lo que más llamó la atención en este Chile de Boric fue la propaganda en preparación para las celebraciones de la independencia, sin una sola mención al 11 de septiembre, fecha del golpe de Estado en el que murió Salvador Allende. Aunque un aeropuerto no es el lugar más adecuado para conmemorar sostendrán algunos, la identidad cultural de un país se construye expandiendo la memoria en todos sus espacios. 

En ese terreno, entre la oferta piscos y productos extranjeros, los “momios” siguen gobernando.

Sin Viru Viru

La escala más larga fue en el aeropuerto Viru Viru de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Estos encuentros permiten un cruce de culturas y la oportunidad de reaprender significados. “Viru Viru” es una palabra indígena que significa “llano”, en referencia a la geografía de la región, pero en Uruguay la usamos para referirnos a alguien que habla sin sentido. 

Santa Cruz, además, es la ciudad donde se concentra la oligarquía boliviana, y su desprecio hacia el occidente del país y sus pueblos indígenas es palpable. 

Uno de los taximetristas que nos llevó del aeropuerto al centro de la ciudad, no esconde su despreció por el “gobierno del indio Morales” y el inútil de Arce que no sabe que hacer con “el humo de los incendios” (sic). 

El conflicto interno entre Luis Arce y Evo Morales es tema de intenso debate político en Bolivia. En nuestro caso, la disputa política se sintió incluso cuando presentamos el pasaporte para viajar a Venezuela, lo que provocó un conflicto diplomático que evidenciaba cómo algunos funcionarios de la aerolínea Boliviana de Aviación parecían colaborar con el bloqueo, dificultando los trámites de migración. 

Mi salida de Bolivia a Venezuela estaba condicionada a establecer claramente a que iba a Venezuela y si volvería vía Bolivia y por que medios. 

A pesar de estas “zancadillas”, Venezuela sigue dando muestras de solidaridad. Durante mi regreso, más de 50 bomberos venezolanos partían hacia Bolivia para ayudar a combatir los incendios.

Viejos odres, nuevos vinos

En el Congreso, nuestros oídos recuperaron sonidos que en Uruguay parecían haberse olvidado tras 15 años de gobiernos frenteamplistas. Aquí la palabra “revolución” se menciona sin titubeos, se rinde homenaje a Allende, a Fidel, al Che, a las revoluciones centroamericanas y a la resistencia en Gaza. Todo acompañado de las canciones de Alí Primera, que siguen siendo un símbolo de la identidad cultural del pueblo venezolano y recuerdan las duras realidades previas a las transformaciones del gobierno de Hugo Chávez: ” Niños color de mi tierra, con sus mismas cicatrices, millonarios de lombrices”.. 

Por supuesto, como en todo encuentro de éstas características, hay quienes hablan más de lo que escuchan, pero estos participantes ayudan a sostener estos espacios internacionales, permitiendo visibilizar las diversas luchas en curso. 

Al observar a los pueblos de Chile, Bolivia y Venezuela, uno comprende que “allí hay una fábrica mientras que nosotros apenas somos un taller”; en Venezuela, masas humanas construyen un proceso político distinto. Los críticos más compasivos de este proceso argumentan que Venezuela está anclada en un tiempo ideológico pasado, mientras que quienes se han adaptado a las nuevas democracias donde la distribución del ingreso y la riqueza no es un objetivo, consideran al Gobierno de Maduro como una dictadura. 

Nosotros, sin medir con un “democratómetro”, observamos la objetiva realidad y el acierto de la estrategia de las fuerzas de derecha que han logrado enroscar una serpiente en la pierna del chavismo; para evitar la picadura mortal debe cortarla poniendo en riesgo su pierna. Ese corte de pierna para evitar la mordedura es lo que la Derecha denomina, feroz represión de la dictadura. El fascismo, o como se le quiera llamar, ha logrado instalar el odio, pero los antichavistas venezolanos no son muy distintos de los que recorren las calles de Montevideo. La diferencia es que en Venezuela un joven antichavista de 13 años asesinó a una dirigente barrial chavista. 

Somos “grises río platenses”; nos resulta ajeno un Maduro desafinando hasta hablando cuando cantando a capela quiere reforzar una idea, ( en Uruguay Tabaré recitaba poesía), el culto a la personalidad tan caribeño, con militancia bullanguera y colorida insultando al imperialismo bailando al son de ritmos tropicales ( en Uruguay hasta el partido nacional apela a la cumbia). 

Un pueblo joven, que permite sus diferencias pero hace causa común ante la agresión, y que hace todos los esfuerzos por evitar una guerra civil, aunque asesinen sus dirigentes barriales, acusen de chavistas a los pobres que son prendidos fuegos. Son revolucionarios que piden y dan bendiciones, que admiran al Che y se persignan ante la cruz cristiana. Este “socialismo del siglo 21” no encaja en los viejos moldes de la izquierda tradicional ni en el progresismo.

La revolución de las sardinas

Este pueblo ha sufrido un bloqueo económico que, en su primera fase, redujo un superávit de 56 mil millones de dólares a apenas 7 millones. Durante ese tiempo, la dieta de proteínas se resolvió comprando sardinas a los pescadores artesanales, lo que dio nombre a esos años de resistencia: “Los años de la sardina”. 

No es la primera vez que el chavismo se erige como símbolo de resistencia popular. 

Durante el gobierno de Chávez, fueron los barrios populares que quemaron sus muebles para resistir el prolongado apagón al que los sometían los sabotajes en la red eléctrica y desabastecimiento de combustible. 

Es bueno repasar los orígenes del proceso de desestabilización documentado en “la revolución no será transmitida“. 

Antes de etiquetar a un gobierno para no incomodar a las fuerzas de Derecha, debemos reflexionar sobre el impacto de nuestras declaraciones en los pueblos que están luchando. A veces, el silencio —siempre evitando la complicidad— es una postura digna, como lo fue comer sardinas sin renunciar a los principios.

Nota original: Venezuela : una revolución que rompe los moldes (carasycaretas.com.uy)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *